No pudo evitar pensar que aquella extraña flor no podía ser de este mundo; tan complicadamente hermosa, delicadamente perfecta, simétricamente impecable, cromáticamente llamativa. Siguió andando por el campo sin quitarse la flor de la cabeza, empezó a compararla con lo que conocía y ya no le pareció tan ajena, incluso le resultó familiar.Sin lograr ubicarla tuvo la sensación de haberla visto antes,se dió cuenta de lo evidente y sonrió: también ella, a veces, era de otro planeta y fue más allá en la revelación, entendiendo el motivo de sentirse tan unida a él; no había duda, él ,a veces, era también de ese maravilloso planeta. El pequeño planeta que ella creaba para que su otro yo nunca se sintiera falto de luz.
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