Le gustaba ese instante, después de disfrutar de una comida en buena compañía y de una sobremesa estimulante para la imaginación, en el que todos comenzaban a retirarse para descansar y la casa se quedaba invadida por el silencio que reinaba fuera, solo roto por el sonido del río y la brisa suave que acariciaba los árboles seguida por el sonido leve, como de arrullo, de las hojas de otoño al caer. En esos momentos se sentaba en el porche a dejarse invadir por la tranquilidad reinante, velando el descanso de los suyos, se dejaba acariciar por la brisa fría de otoño.Miraba hacia la puerta sabiendo que en cualquier momento él aparecería con una sonrisa a acompañarla en su silencio con una caricia cálida.
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